No le creía. Y no paraba de pedir más.
Era como sentir que se acercaba a su inconsciente y le acariciaba. Era seguir viviendo cinco o quizás diez minutos atrás, justo en las costuras, pegado a la linea que siempre, de manera involuntaria, marcaba como si fuera un límite. Por miedo supongo. Miedo de sentir las ganas de quedarse así y no huir de nada. Nunca.
Y lo sentía porque en el fondo era aun mas mentira de lo que pensaba. Tan mentira que ni era verdad.
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