Tenía las manos heladas...pero no más que la punta de la nariz. Se refugiaba como podía debajo de un pañuelo mientras tiritaba y pensaba en lo grande que era aquello y lo decepcionante que estaba llegando a ser. Desde un principio todos sentían que iba a ser su debilidad. Su perdición. De las buenas, de las que te hacen cosquillas con el dedo índice recorriendo el infinito de la espalda...sin embargo, ¡ay querida! mírate....ese dedo parece que te araña y no de la forma que te gusta. Que incoherencia pensarlo ahora, una vez destruido todo ¿No lo crees? Una vez que has dejado pasar el huracán que ha roto hasta el más mínimo detalle de lo que quedaba de él, y sin embargo...a ti…a ti te ha dejado intacta. Deberías replantearte... deberías pensar si acaso eres tú…las incontables veces que ha pasado, ese huracán.
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